jueves, 30 de julio de 2015

Acerca de "En Grand Central Station me senté y lloré" de Elizabeth Smart


Una pasión no correspondida



        
    Pocas veces al cerrar una novela aparece con tanta contundencia la palabra “extraordinaria” como sucede con ésta.  Tanto en su primer sentido –fuera de lo común–  o en los que se derivan cuando nos hallamos frente a una escritura de rasgos infrecuentes. De joven, Elizabeth Smart encuentra un libro de poemas de un tal George Barker y decide que es el hombre de su vida. Lo busca, se enamoran y de su larga y tormentosa relación nacerán tres hijos. En la historia –autobiográfica– hay un trío (Barker estaba casado) y la protagonista devenida en amante queda embarazada. El conflicto es habitual, remanido,  pero el tratamiento de la escritura de Smart –como la pasión– se desmarca de lo cotidiano y esperable. Poética, precisa, la prosa transmite y condensa el erotismo, la angustia, los celos, la desesperación. Reluce aún en la traducción, mérito de Laura Freixas. Tramada por metáforas y comparaciones, incluye constantes alusiones literarias. Hay  ecos  de la mitología, citas que van desde Tácito o Dante hasta  autores anglosajones, incluido el  propio Barker.  Vila Matas afirma que para distinguir entre una buena novela y una que no lo es basta con examinar cuáles son sus relaciones con las altas ventanas de la poesía. La escritura de Smart  invita a pensar cada párrafo como un potencial epígrafe. Por ejemplo, en ausencia del amado que va y viene entre sus dos mujeres, la protagonista y narradora, atenta al ruido del ascensor, a la espera de recibir un telegrama o un llamado, dice:  Esa es la hierba de la esperanza que indomable crece en mi pensamiento, que no se atreve a admitir que quizá esta noche su boca, centro de todas las rosas, se está cerrando sobre una boca que no es la mía, y anida en ella, rebosando amor y súplicas, como un bebé en el pecho. Y con este mismo tono, sostenido sin tregua, la sucesión de tensiones que siguen a la pérdida del amado, la compasión hacia la otra – la esposa traicionada–, y sobre todo la pregunta honda y definitiva sobre la naturaleza de los sentimientos hacen de esta novela un extenso poema. Una oda a los abismos del deseo, del dolor y la desesperanza de la pasión no correspondida.

Fuente: Cultura Perfil, Domingo 15 de marzo de 2015.




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