miércoles, 30 de abril de 2014

Marguerite Duras, la niña indómita de las letras francesas



A cien años de su nacimiento y treinta de la publicación de su novela más célebre, "El amante". ediciones y homenajes acompañan el suceso. La Alianza Francesa, entre el 21 y el 25 de abril, organiza un ciclo de conferencias multidisciplinarias, proyección de películas y encuentros. Al mismo tiempo, la editorial Paidós acaba de editar "La pasión suspendida", una serie de entrevistas que la escritora concediera a Leopoldina Pallota della Torre en 1989.

  ¿Por qué  la vida y la  obra de la autora de El amante han despertado toda clase de reacciones menos la indiferencia? A  cien años de su nacimiento, treinta de la publicación de la célebre novela , ediciones y homenajes acompañan el suceso. La Alianza Francesa, sede Córdoba, organiza un ciclo de conferencias multidisciplinarias, cine y encuentros. Del 21 al 25 de abril se realizarán mesas,  se proyectarán las entrevistas “Écrire” y “La couleur de mots” cerrando con el debate y proyección de “Hiroshima mon amour”, dirigida por Alain Resnais.  A la biografía novelada Marguerite, Intensidad y dolor de una vida de Sofía Buzoli  y los títulos que  viene editando Cuenco del Plata  se suma, en Argentina, un libro inédito en castellano: Marguerite Duras, la pasión suspendida/Entrevistas con Leopoldina Pallota della Torre. En traducción de César Aira,  estas entrevistas ofrecen la oportunidad de recuperar la voz singular de Duras. Concedidas a los setenta y cinco años, dan la sensación privilegiada de asistir  a la narración oral  de su vida. La entrevistadora,  con conocimiento exhaustivo de la trayectoria de su interlocutora,  evita las clásicas digresiones durasianas y custodia el orden: primero aborda la infancia en Vietnam; luego los años parisinos; más tarde los caminos de la escritura; la relación de Duras con otras artes;  y por fin, la pasión y los lugares,  ejes de su  poética.   
  Las respuestas deparan no pocas revelaciones. Della Torre comienza preguntando: ¿Piensa que tuvo una infancia especial? “A veces creo que toda mi escritura nace de ahí, entre los arrozales, las selvas, la soledad. De esa niña flaca y despistada que era, pequeña blanca de paso, más vietnamita que francesa, siempre descalza, sin horarios, sin modales, habituada a contemplar el largo crepúsculo sobre el río, la cara quemada por el sol.”  Este reconocimiento del lugar de la infancia en su obra es crucial. Duras se nutre del paisaje de desiertos y selvas en un mundo doméstico en el  que pervive  algo del orden de lo salvaje, un apego animal a la vida. Cuenta que comía pescado, arroz y al trasladarse a París no le fue fácil tomar los modales, el tono occidentales: “de pronto me vi obligada a ponerme zapatos y a comer carne”, dice. ¿Hasta dónde llega la influencia de esta infancia y adolescencia en libertad, a merced de una madre viuda, pobre y desbordada en la Vietnam colonial? La vida de Duras da la respuesta. De los años parisinos y su afiliación al PCF, precisa: Sigo siendo una comunista que no se reconoce en el comunismo. Para adherir a un partido hay que ser autista, neurótico, sordo y ciego en cierta forma” . Y luego, lúcida, tajante, agrega: “Todo intento de simplificar la conciencia del hombre tiene en sí algo de fascista”. También se  muestra contraria a los límites que imponen el feminismo, los géneros literarios y, desde muy pequeña, los tabúes y prejuicios sexuales. El mismo espíritu de niña indómita  se sostiene en sus vínculos de adulta, en la franqueza con que se refiere al alcoholismo, a  sus  relaciones con Mitterrand, Lacan, la homosexualidad y Yann Andréa, su último compañero. Duras responde sin ambages sobre Dios, la felicidad, el azar,  la relación de sus libros con aspectos de su vida; sobre sus contemporáneos Albert Camus,  Jean Paul Sartre, Nathalie Sarraute, Phillipe Sollers,  Georges Bataille, Roland Barthes,  sus disensos y coincidencias.  Pero es al escribir, en esa escritura  en la que se suspenden las reglas sintácticas y la linealidad expresiva, donde queda plasmado su espíritu sin sujeciones. A propósito de El amor, dice: “No es una historia de amor, sino todo lo que, en la pasión, queda en suspenso, en la imposibilidad de ser nombrado.” Esta definición, que ilumina el título de las entrevistas, puede, a su vez, aplicarse a  la escritura de Duras, a las pausas, los agujeros en un encadenamiento de significaciones que la constituyen.  Una escritura que –según ella misma la define– parte del habla y sus silencios; en la que el sentido se construye a través de estas suspensiones,  blancos que invitan al lector a desplegar su propio imaginario.
  ¿Por qué leer hoy a Marguerite Duras, entonces? Silvio Mattoni, autor del prólogo a las entrevistas, responde: “En la literatura, su huella es una excavación de la frase narrativa, que pierde toda clase de complementos, que se adelgaza como una cuña de acero clavada en la tierra de la lengua natal. En tal sentido, su legado sería el de leer y escribir sin concesiones, sin adornos, sin hacer frases bien armadas. Leer hoy a Duras es reencontrarse con una singularidad, un estilo que no tiene comparación. Quizá no se la lea para seguirla, ya que es inimitable como todo gran estilo, sino para recibir el impacto de una intensidad, para tener esa experiencia que también impulsa a seguir leyendo, vale decir, a seguir escribiendo, una vez más. “ Y es así porque  la niña indómita de las letras francesas se encuentra entre los contados autores que – además de escribir–  han logrado, sin duda, dejar la impronta de una voz propia.

Publicado en Cultura, Perfil el 13 de abril de 2014. 

domingo, 27 de abril de 2014

Este universo armonioso, crítica a Un detalle trivial, por Jorge Consiglio

Una nueva lectura de Un detalle trivial, con el talento que ya se ha hecho habitual en Jorge Consiglio para dar cuenta de un texto. ¡Gracias, Jorge!



Los narradores que usa María José Eyras en los relatos de Un detalle trivial parecen equilibristas. Los discursos transitan por una cuerda floja y cargan con la conciencia de que cualquier movimiento en falso bastaría para arrastrarlos al vacío. De allí que la incertidumbre funcione como clave en las inflexiones de su prosa –y de su prosodia−. Sus voces se alistan en la serenidad y en la cautela; no obstante, en los pliegues íntimos hierve, como un encrespado mar de fondo, el misterio de lo inacabado. En cada oración hay un doblez. Por una parte, se registra el transcurso simple del enunciado; por otra, la evidencia de una contención que atempera una voluptuosidad que aún ausente conserva vigencia. Este juego laborioso de tensiones es el que determina la temperatura y el tono de los textos. Los diez cuentos que conforman el libro son artefactos de riesgo, dispositivos que funcionan a alta presión cuyos puntos de fuga tienen que ver con la sensualidad y con la alternativa de una vida distinta.
En el cuento “Un detalle trivial”, una familia va pasar unos días a un pueblo de campo y no bien llegan el marido va a hacer compras en bicicleta y tarda más de lo que debería; en “Mundo cercado”, Oscar, personal de seguridad de un barrio cerrado, espía a la esposa de uno de los vecinos; en “En el balneario”, Ángela veranea en una playa con su marido y sus hijos y recuerda a Miller, un profesor de Historia del Arte con el que acaba de iniciar un romance. En la mayoría de los cuentos de Un detalle trivial, se plantea un universo armonioso de límites estrictos que funciona como blindaje de amparo y felicidad; sin embargo, la intemperie externa, que supone siempre amenaza, más allá de su peligrosidad, resulta un foco constante de descompresión.    

publicada el 6 de abril de 2014