Un detalle, un destino
Barthes
habla de lo que llama el detalle inútil
en la narración. En el cuento “Un corazón sencillo” de Flaubert, aparece un
viejo piano que soporta, bajo un barómetro, una pila de cajas y cartones. El
piano, dice Barthes, podría ser un índice del estatus burgués de la
propietaria; las cajas, un signo de desorden, como de algo venido a menos, para
connotar la atmósfera de la casa. Pero nada parece justificar la presencia
del barómetro. Su función, sin embargo,
señala, es doble. Por un lado, ser en sí mismo, decirnos “soy un barómetro”, y
por el otro, representar la realidad. Este detalle –innecesario desde el punto
de vista de la trama de la estructura del cuento– contribuye a crear el
verosímil. Logra lo que Barthes llama
“efecto de realidad” en la ficción.
Al
contrario del barómetro de Barthes, el zurcido de Sillas en la vereda no sólo no es un detalle “inútil” o descriptivo
sino que pertenece a aquella clase que condensan, cifran la vida de una
persona. El descubrimiento del zurcido, el rechazo hacia
el joven –y la oportunidad de romance perdida– se convertirán en la clave de un
destino. Porque es a partir de su
condición de “solterona” que la protagonista va a ubicarse en el lugar de
disposición a los demás, de estar donde haga falta y a convertirse en
la tía Herminia para todos en la
familia, en el vecindario, hasta para los amigos de sus sobrinos nietos.
Los
novios ausentes, la soltería en la vida de Herminia –una mujer que recuerda
como la mayor felicidad sus años acomodando cajas de medias en La proveeduría
Bancaria– hacen posible esta historia. La tía comparte la casa con su hermano,
padre de la narradora y la acompaña desde la infancia hasta el presente de su
escritura. Una escritura diáfana, leve y
a la vez profunda que da cuenta de un tiempo en que los niños contaban con la
complicidad de mujeres como Herminia. También del dolor de la pérdida de ciertos
ritmos que daban lugar a la reunión, a la conversación espontánea en los
barrios. De un tiempo en el que había tiempo y estos vínculos paliaban el
sentimiento de desamparo, la orfandad aguda de la que damos en llamar “la vida
moderna”. La tía Herminia, amoroso
satélite de las familias de sus hermanos, es todas las tías, abuelas y
viejas vecinas del alguna vez entrañable universo familiar.
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