domingo, 24 de mayo de 2015

Sobre "Un detalle trivial", en La Máquina del Tiempo


Por Hernán A. Isnardi


En Rusia, cuenta Mijail Osoguín, había una librería que se llamaba “Librería de los escritores”. Era en el año 1917. Varios escritores se asociaron para generar este emprendimiento que les permitía llegar sin intermediarios y sin control, a la gente.
Pero un hecho menor, trivial, me llamó la atención especialmente. No podían trabajar más de cuatro o cinco horas, a causa del frío atroz que hacía. Tenían una estufa pequeña y se procuraban la leña de cualquier modo posible; legal o ilegal. No era el régimen quien les impedía el propósito: sólo el frío y el tamaño de la estufa.

Pensaba en Paul Cézanne y en sus pinturas. Los colores extrañamente enverdecidos; los cuerpos y los paisajes envueltos en una especie de bruma, como quitándoles peso específico. Al parecer no eran una composición sino que él veía así el mundo por su enfermedad.
Vemos lo que podemos, precisamente por lo que somos.

“Un detalle trivial”, es un libro de diez cuentos, escrito por María José Eyras. Todos son diferentes en su voz y en su desarrollo. Sobre todo el que abre el libro, y el que lo cierra. El título, lleva el nombre de uno de los cuentos. Pero este dato es anecdótico. Eyras decide que ese nombre sea el título por algo más profundo y menos aleatorio. Ese título carga el peso del libro sólidamente, porque el mundo se construye de trivialidad en trivialidad, y recién cuando se piensa la trivialidad —o la relación entre dos o más—, puede uno empezar a trazar el mapa de la realidad que le toca. El frío, la estufa, el funcionamiento del negocio.
Lo sabe Eyras, y lo transfiere a los personajes (que son los que sostienen el libro), en cada cuento, de modo impecable. Ellos se indagan todo el tiempo y deciden siempre un norte.
En el cuento “Las manos”, uno de los personajes no se decide a sacar el violín del estuche. Si pensamos en esa trivialidad, podemos quedarnos en la anécdota, o podemos encontrarnos con alguien que acaso no se decida a dedicarse al arte; o no pueda; o no deba; o no quiera. Hechos en apariencia minúsculos, tienen la virtud de ser literarios, y de generar el pensamiento. Son como “La tempestad” de Giorgione; la tormenta está más allá, lejos, llegando, pero tal vez no llegue.


Fuente: http://www.lamaquinadeltiempo.com/libsem.htm



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