jueves, 8 de agosto de 2013

Acerca de "Todo lo que Roberta quiere", de Anahí Flores



Aquí reseño el sugestivo y singular libro de Anahí Flores. Esta crítica fue publicada en Cultura de Perfil el domingo 4 de agosto.

Las historias del primer libro de cuentos de Anahí Flores transcurren en algún lugar de montaña, no importa cual, señala el posfacio. Esta indeterminación no es inocente. Tampoco lo que sucede en los cuentos, en principio  las aventuras de una pareja de vacaciones en un marco de realismo.  Porque las cosas terminan desviándose –y el lector no podría precisar cuándo ni cómo– hacia una zona de extrañamiento, un umbral entre lo fantástico y lo onírico. En esa zona conviven, incluso,  recursos  que remiten a  la estética de los dibujos animados (“Plumas”). 
            ¿De dónde proviene este extrañamiento? Acaso de la misma naturalidad con  que los personajes enfrentan las peripecias que la imaginación de Flores propone: prendas que se deshilachan solas,  chicas fantasmas, un insólito piquete de andinistas en la altura, un grupo de niños  “demasiado iguales entre sí” que los reciben tirándoles fichas de dominó al llegar a un refugio. Y es en este contraste donde los cuentos crecen.  

            La unidad de lugar y la recurrencia de los personajes –siempre la misma pareja– potencia y refuerza el efecto del libro. Un conjunto de relatos en donde la mirada de la voz que narra,  a la que nada parece alterar, logra sin embargo conmover.
            La montaña indeterminada como símbolo puede pensarse en términos de escenario de superación personal. Tanto en “La isla”, el primer cuento del libro, que describe un recorrido en el que se abren una y otra vez  bifurcaciones , como en “Él”, los protagonistas, tenaces, perseveran en pos de su objetivo. Como si en el deseo de Roberta –enunciado en el título– anidara un ideal a la vez maravilloso y tiránico, la atracción de  una cumbre que es preciso alcanzar a cualquier precio.
            

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