El escritor pasó por Buenos Aires, donde charló con el público de la Alianza Francesa. |
Dueño
de una escritura en la que las elipsis logran un gran poder de sugerencia, Claudel señala
que este efecto no es casual. Compara el libro a une table ouverte, una mesa a la que el autor se sienta primero,
pero a la que luego se suman otros, los lectores. “De esa comunión nace el
texto; si como autor construyo un libro completamente cerrado, el lector
experimentará una gran frustración”, precisa.
¿Cómo
gesta sus historias, de dónde parten sus novelas?
A
propósito de La nieta del señor Linh,
una de sus obras de mayor repercusión, Claudel cuenta que en esta novela tuvo
la intención de mostrar la indiferencia total con que se recibe al exiliado. Sin embargo esta lectura –una lectura política
del libro– nunca se hizo en su propio país. Creado entre 2004 y 2005, cuando en
Francia se evaluaba el cierre de las fronteras, en su tierra se lo consideró
sólo una historia un poco ligera. Y agrega, decepcionado: “nunca vemos las críticas
que nos dirigen”.
En
principio, había proyectado otro libro. Narraría la historia de un viejo
exiliado vietnamita que viendo aproximarse la hora de su muerte pide a su nieta que retorne a Vietnam por él.
Una vez allí, debe escribir cinco textos basados en los cinco sentidos y enviárselos a su abuelo. Como en esa ocasión
el escritor había solicitado una beca para regresar a Vietnam y recoger
material para el libro, se vió obligado a presentar una síntesis de la historia
completa. En consecuencia, nunca la
escribió: hacerlo había perdido todo interés para él. Tiempo después, La nieta del señor Linh surgiría de ese
proyecto de manera lateral.
Interrogado sobre, J´abandonne,
novela donde aborda el delicado asunto
de la donación de órganos, se repite una situación similar. Claudel se propone
escribir un libro para su hija que sea de alguna manera un regalo. Al avanzar, se
encuentra frente a una trama oscura y crítica de aspectos de la sociedad
actual. “La publicidad tiene el poder de crear vergüenza, sobre todo en los
adolescentes, cuando la presión de no llevar tal o cual marca los señala como
diferentes”, dice. “Impone el deseo, genera impaciencia, hacer perder muchos
rumbos.” Y la televisión, presente en la misma novela, es según Claudel una “invención
del diablo”, una maquinaria que empujaría a las personas a decir estupideces. “En
la actualidad, nuestros políticos no pueden ser naturales”, agrega.
A
la pregunta de si tiene lo que suelen llamarse las obsesiones del escritor,
responde que cree que no. Sí, admite, hubo un tema al que dedicó años de investigación
y lectura: el Holocausto. En tanto hombre del siglo XX, durante mucho tiempo pensó
cómo fueron posibles las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra, abordadas en El
informe de Brodeck. “La única conclusión a la que llegué es que no se puede
comprender. El hombre es una criatura que ama hacer el mal. Si fuéramos de
verdad seres inteligentes, elegiríamos vivir en paz, es más simple. Sin embargo,
el impulso de exterminio de otros pueblos y la guerra existen desde que existe
la humanidad”, afirma.
Acerca
de sus comienzos como escritor, admite
que si bien durante años, casi treinta, escribía sin cesar, todo lo que salía
de su pluma era malo. Resultaba artificial porque aún no había vivido.
Entonces, el recurso era atribuirse sentimientos o describir situaciones que no
había conocido. Además, estaba en una
edad en la que los modelos aplastan. En
su caso, la influencia omnipresente de Borges, de quien fue gran admirador de
joven, lo llevó a escribir cantidad de relatos de inspiración borgeana carentes
de valor. Es más tarde, cuando intenta ser él que las cosas se dan un poco
mejor. Entonces, a la pregunta de a qué atribuye su éxito, Claudel contesta con
humor: “¡A un error, por supuesto. Hay errores felices pero siguen siendo errores.
El éxito o el fracaso son inexplicables y arbitrarios en literatura, está lleno
de ejemplos en ese sentido”.
Publicado en Cultura Perfil, 1er de febrero de 2015
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