Fugacidad y
permanencia
Abordar un primer libro de cuentos es
abordar un artefacto autónomo. Sin referencias anteriores, el libro se vale por
sí mismo. Expectativa pura, curiosidad. Para descubrir la potencia de Maumy González,
bastan las dos páginas de “Bilik”, el primer cuento de Todas las mañanas un muerto.
En él, la crueldad de una madrastra y la fascinación lúgubre de un aljibe se
combinan con la presencia inquietante de lo sobrenatural que sobrevuela más de un relato. Los
personajes de estas historias pueden apelar a la protección de las estampitas o debatirse entre lo que llaman la “solución mística” y la “solución científica”. Dan cuenta así del dilema de una época en la que –muy lejos del positivismo– la desesperación
y la búsqueda de sentido rinden a la humanidad a la evidencia de sus límites.
La escritura de González avanza
en delicado equilibrio entre la precisión y la soltura. Sus tramas logran irradiar la hondura de las
historias al mismo tiempo que condensan sentido. Es que esta autora, en este
primer libro, no busca experimentar. Leyéndola, vienen al caso las precisiones
de Cortázar en uno de sus ensayos, para
quien un cuento “se mueve en ese
plano del hombre donde la vida y la expresión crítica de esa vida libran una
batalla fraternal, si se me permite el término; y el resultado de esa batalla
es el cuento mismo, una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada,
algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una
permanencia.”
En los cuentos de Todas las mañanas un muerto hay grifos, autobuses, apartamentos y personajes que emplean el "tú". Pero, a diferencia de lo que sucede con la lectura de las malas traducciones, términos y giros extraños a nuestro léxico se integran sin disonancia y dan color local a la narración. Aquí también hay soltura y naturalidad.
"Como un dragón", cruel variante del pacto cáustico, se destaca por su poder de evocación y la fuerza de sus imágenes. Valga de ejemplo el diente como un grano de arroz hinchado que la protagonista cree ver, retorciéndose, arrastrarse por el suelo hasta casi tocarle la punta aguzada de los zapatos.
La senectud femenina y los poderes que se le atribuyen, la peculiar mística latinoamericana –alquimia de fe, magia, esoterismo–, la violenta intemperie ciudadana son motivo de estos relatos. En el último, "It´s not enough", una cena de parejas amigas trae al primer plano rivalidades, envidias, asperezas conyugales y las ambivalencias frente a los mandatos del matrimonio y la maternidad. Así, este conjunto de ocho relatos testimonia no sólo una amplitud temática que es todo un augurio, sino también las posibilidades de González de inscribirse en la tradición cuentística latinoamericana.
En los cuentos de Todas las mañanas un muerto hay grifos, autobuses, apartamentos y personajes que emplean el "tú". Pero, a diferencia de lo que sucede con la lectura de las malas traducciones, términos y giros extraños a nuestro léxico se integran sin disonancia y dan color local a la narración. Aquí también hay soltura y naturalidad.
"Como un dragón", cruel variante del pacto cáustico, se destaca por su poder de evocación y la fuerza de sus imágenes. Valga de ejemplo el diente como un grano de arroz hinchado que la protagonista cree ver, retorciéndose, arrastrarse por el suelo hasta casi tocarle la punta aguzada de los zapatos.
La senectud femenina y los poderes que se le atribuyen, la peculiar mística latinoamericana –alquimia de fe, magia, esoterismo–, la violenta intemperie ciudadana son motivo de estos relatos. En el último, "It´s not enough", una cena de parejas amigas trae al primer plano rivalidades, envidias, asperezas conyugales y las ambivalencias frente a los mandatos del matrimonio y la maternidad. Así, este conjunto de ocho relatos testimonia no sólo una amplitud temática que es todo un augurio, sino también las posibilidades de González de inscribirse en la tradición cuentística latinoamericana.
La nota publicada en la revista Ñ el día 25 de octubre de 2014 se puede ver en este link
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